Recién descubrí este escrito, aunque fragmentado, de uno de mis autores favoritos:
" Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A
la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.- El mundo es eso - reveló-. un montón de
gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con la luz propia entre todas
las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuegos grandes y fuegos
chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas; algunos
fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas
ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
(...)
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de
pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni
mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que
los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el
pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la
vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa
local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
(...)
No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de
su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces
del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro,
porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la
culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra
y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha
de ser, si matándonos nos nace. "
Eduardo Galeano
El libro de los abrazos (fragmento)
" Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A
la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.- El mundo es eso - reveló-. un montón de
gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con la luz propia entre todas
las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuegos grandes y fuegos
chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas; algunos
fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas
ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.
(...)
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de
pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni
mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que
los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el
pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la
vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa
local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
(...)
No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de
su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces
del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro,
porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la
culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra
y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha
de ser, si matándonos nos nace. "
Eduardo Galeano
El libro de los abrazos (fragmento)
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