Estoy publicando otro articulo de mi primo Miguel Román del que comparto casi todas las ideas planteadas:
La República Dominicana va a cumplir, en el 2011, 50 años de comenzar su trán-sito por el sendero de la “democracia”. Sin embargo, gobiernos van y gobiernos vienen pero ninguno aparenta encontrar la formula mágica del desarrollo. No ha habido, desde 1961, ningún plan mínimamente inteligente, factible, armónico, equitativo, y económi-camente viable que esté orientado a desarrollar el país, no solamente la economía. La improvisación ha sido el norte en lo referente a planes de desarrollo nacional. Cincuenta años de crecimiento económico (un promedio de 5% al año, la tasa más estable y consis-tente de América Latina) no han sido suficientes para que los dominicanos tengan hoy condiciones de vida mínimamente aceptables.
Muy a propósito de estas reflexiones, me encuentro con que la República Domini-ana ha vuelto a aparecer en los últimos lugares del desarrollo democrático, de inversión en educación y salud y en calidad de la gestión pública, muy en contradicción con los índices de crecimiento económico que se siguen registrando. La R.D. aparece entre los últimos 3 países (debajo sólo quedaron Venezuela y Nicaragua) en el Índice de Desarrollo Democrá-tico (IDD) difundido a fines del 2007 por la Fundación Konrad Adenauer de Alemania. De una probable puntuación máxima de 10,000, la R.D. sólo obtuvo 2,900 puntos; muy por debajo del promedio regional, el cual se sitúa en 5,114 puntos. Chile, Costa Rica, y Uruguay encabezan la lista de los países con mayor puntuación.
El Índice de Desarrollo es calculado en base a 4 parámetros: condiciones básicas de la democracia, respeto de los derechos políticos y las libertades civiles, calidad insti-tucional y eficiencia política, y ejercicio del poder efectivo para gobernar, y presenta resultados de la totalidad y en cada una de esas dimensiones. La peor evaluación de R.D. se encuentra en la cuarta área, con el indicador titulado “capacidad para generar políticas para asegurar bienestar”, donde aparece en el último escalón del ranking de los 18 países anali-zados (menos Cuba y Haití), con 2958 puntos. Este bajo porcentaje es causado por conse-cuencia del bajo gasto en educación y salud, índice de desempleo urbano, y número de hogares bajo la línea de la pobreza. En resumen, el estudio muestra lo siguiente: 1.4% del PBI es asignado a la salud, último lugar en América Latina; 2% del PBI es asignado a educación, por debajo del 4% que manda la ley; 45% de la población vive bajo la línea de la pobreza. Muy particularmente, en lo referente a educación, se añade que el informe de la UNESCO sostiene que el país ha fracasado en mejorar la calidad y alcance de la educación dentro de los objetivos establecidos por las Naciones Unidas para el Milenio.
Fruto de gestiones administrativas malas y peores, y de la presión e irresponsabi-lidad de las élites nacionales, el crecimiento económico del último medio siglo se ha con-centrado hasta un punto que la República Dominicana no es una, sino dos naciones, con un mínimo de la población viviendo en la abundancia, y la casi totalidad restante sobrevivien-do en medio de la escasez y la miseria, y con escasas oportunidades de elevar sus condi-ciones de vida. Los gobiernos deben revisarse y replantearse sus metas de desarrollo inte-gral nacional dentro de cuatro parámetros básicos: reducir efectivamente la pobreza, crear fuentes de trabajo, proteger y regenerar el medio ambiente, y promover el adelanto de los sectores tradicionalmente marginados, como las mujeres.
Es fundamental entender que crecimiento económico no es necesariamente un indicador de desarrollo humano. Los países que hoy son desarrollados, al mismo tiempo que desarrollaron su andamiaje económico, establecieron metas de desarrollo nacional sostenible a corto, mediano, y largo plazo, y las fueron cumpliendo sin importar quién estuviera en el poder; hubo continuidad del Estado. Lamentablemente, hasta que en la República Dominicana no entendamos eso seguiremos dando palos a ciegas.
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