He tenido la enorme suerte de
viajar y conocer varios países y destinos, han sido experiencias maravillosas,
de mucho aprendizaje y que sin duda hacen su aporte a mi persona y forma de
pensar. Lamentablemente, muchas de esas aventuras las he realizado solo, pero precisamente
esa condición me ha servido también para recordar a todas aquellas personas que
llevo dentro de mi corazón y mi mente, siempre y en especial cuando viajo.
Por eso, en la mayoría de los
casos, que experimento una escena memorable en algún viaje, alguien está
conmigo en mi mente y/o corazón. Figurarse ver esos paisajes únicos, clásicos,
campestres, espléndidos; o esos monumentos, históricos, naturales, imponentes;
o sus calles, cotidianas, emblemáticas, pintorescas, estresadas o despejadas; o sus lugares especiales, de reunión, comercio,
intercambio, culturales; o su gente, citadina, pueblerina, hospitalaria,
auténtica, tradicional, identitaria; o probar sus comidas, de calle, típica, de
sabores exóticos, productos autóctonos, gourmet, casera; u oír su música,
nacional, folklórica, de calle y bares, de variaciones y creaciones de jazz; y
su habla, sus regionalismos, modismos, acentos, discursos, sentir su historia, acercarse
a su forma de pensar y ver la vida, escuchar sus presentes e intentar imaginar
sus futuros. Figurarse vivir cualquier de esos momentos o escenas, me recuerda
la gente maravillosa que tengo en mi vida.
Y desde hace unos años decidí no
sólo contarles sobre lo vivido a mi regreso, sino, inmediatamente compartirles
algo de eso. Y decidí una manera que mantenga el hilo de la aventura y
conspiración del destino: el correo postal.
Cada postal que envío lleva mis
pensamientos y deseos para la persona destinataria en el momento, pero además
ha de enfrentarse a las deficiencias y bondades de los sistemas de correo
postal del país en que estoy y del país de destino. En su travesía por los
sistemas burocráticos, cajas, empaques, automóviles, trenes, aviones y barcos,
de mano en mano y de un buzón de correo a la puerta de la persona destinataria…
no todas las postales llegan, de las que llegan, la mayoría lo hace con
retraso… pero que satisfacción saber que una postal lo logró, sobrevivió y
cumplió su cometido.
En mis viajes, llevo conmigo una
lista de direcciones, que espero continúe ampliándose y deseo seguir
conservando en esta dinámica, que ya es tradición para mí.