Una larga jornada inició el
pasado 17, se supone que los días y las noches han pasado, pero para mí ha sido
1 extensa jornada con pequeñas pausas que se parecen a una vida anterior. Esa
vida anterior donde se dormía bien, se comía a horas razonables y en pareja y
el tiempo se distribuía entre labores del hogar, cosas del empleo, ocio y
momentos de pareja. La jornada o nueva vida tiene gratos y emocionantes
momentos, pero sobretodo se ha caracterizado por el estrés de ser primerizo, la
ansiedad de ir descubriendo junto a Camila cómo se hacen las primeras bases de
una nueva vida.
Me estresa lo que tiene que
estresarme, y si es cierto que la vida nos cambia, una prueba es que las prioridades
se matizan diferente. Lo que podría ser una mancha de vómito en mi hombro, para
mí es mi placa insignia de papá alternativo, de papá comprometido con el
desarrollo de mi hija, no me pesa en lo absoluto las pocas horas de sueño, el
tener que levantarme a atender el ya-decifrable llanto de Camila, a ayudar a su
madre, a hacer de comer, limpiar y a llevar nuevos horarios para cumplir con
los compromisos laborales.
Lo más difícil diría que ha sido
encontrar un balance entre la sabiduría de la ciencia y los conocimientos
populares-empíricos, que se enfrentan en más ocasiones que las que se
complementan y lo peor es que esos conflictos irritan a todas y todos.
Este 17 de mayo, con los
parámetros demográficos de mayor peligro superados, un buen peso y tamaño y una
hermosa criatura en manos, me siento algo cansado, pero feliz de celebrar el
primer mes de nacida de Camila.
Aprovecho para externar que no
abundarán fotos de Camila en las redes, pues queremos respetar su privacidad y
decisión de publicación.